SOBRE MÍ
Trayectoria
Crecí rodeada de artistas.
La familia de mi madre era de Austria, un país donde la música y las artes plásticas tienen una presencia profunda. En mi hogar convivían acuarelas, témperas, óleos, dibujos y fotografías.
Mi padre, ingeniero, me acercó al mundo de la arquitectura, profesión que reforzó mi vínculo con el arte y el diseño.
Ejercí la arquitectura hasta que conocí a la acuarelista Nelly O’Brien de Lacy, quien me reveló los secretos de la acuarela. Ese encuentro despertó en mí una pasión que me llevó a desarrollar técnicas nuevas y personales, aplicadas tanto al arte como al diseño.
Más adelante continué mi formación de la mano del maestro Kenneth Kemble.
Las ideas
Las ideas suelen aparecer al despertar, cuando la razón aún no opera del todo y surgen destellos de lucidez. En ese momento comienzo las primeras capas: fondos, esfumados, tonos claros. Luego llega la espera, necesaria para que el papel se seque bien y no aparezcan manchas indeseadas.
Es un equilibrio parecido a la filosofía oriental: dejarse llevar y, al mismo tiempo, saber frenar el impulso.
Cuando no encuentro el camino, dejo reposar la obra por días o semanas. A veces la solución aparece de repente; otras veces llega después de muchas capas de transparencias y pequeños ajustes. Siempre termino una acuarela durante el día, porque la luz natural es la que mejor revela los colores.
La música
Elijo cada obra según el clima que quiero expresar: los valses de mis ancestros cuando busco energía; el Bolero de Ravel si necesito un crescendo; Bach para la claridad mental; Händel para la majestuosidad; guitarra española para sentir el ritmo.
Siempre pinto con música clásica. Cuando la música se une a la acuarela, alcanzo mi máxima inspiración.
Mi proceso
Generalmente comienzo con una superficie clara y esfumada que funciona como fondo unificador. Dejo secar por completo y luego intensifico el color con capas sucesivas. Los detalles finales son siempre los más brillantes y de colores más puros.
Trabajo con distintos tipos de papel según lo que quiero expresar. Los papeles rugosos resaltan las texturas; los lisos se prestan a grandes superficies con esfumados sutiles.
Suele interesarme trabajar en series sobre un mismo tema, variándolo hasta que las ideas se vuelven más nítidas y las obras fluyen con mayor libertad y creatividad.
Cuando no sé cómo seguir, dejo descansar la obra por días o semanas. La solución puede llegar de manera repentina o surgir lentamente, a través de transparencias y pequeños toques.
Y siempre concluyo una acuarela con luz natural, porque es la única que permite apreciar verdaderamente los colores.